Tuesday, December 20, 2005



La llamada…

Risas, carcajadas, juegos, la fricción de unas pequeñas llantas de plástico contra el suelo siempre parece sacar las historias y los juegos mas fantásticos en los niños, sin embargo, las cosas mas sencillas de la vida pueden hacerte pasar ratos inolvidables, una caja de cartón, unas tablitas y un poco de creatividad infantil, y tienes una nave espacial capaz de atravesar el espacio infinito en segundos…

Cinco años de edad, mi tío Ronald y mis primos, suficiente para reír como loco y disfrutar de una buena tarde de diversión.
La casa de mi abuela era muy grande, y la sala era el lugar perfecto para jugar a los carritos, o simplemente saltar en los sillones, como ese día… lo recuerdo como si fuera ayer…el teléfono suena, mi tío contesta y su semblante cambia por completo…





Como el mayor de los nietos, siempre fui y he sido el mas consentido por decirlo así, mi abuela me adora (como a todos sus nietos claro esta), pero siempre hay un trato especial que uno nota. Mi abuelo un hombre trabajador, sus canas denotaban la experiencia que pasaba por sus años vividos, “chito” me decía, un hombre noble, afable, humilde como pocos en este mundo, de gran corazón y un gran amor por sus seres queridos, muchísimas cosas sufridas y vividas marcaban sus ojos y su espíritu, pero luchador y tenaz, nunca se dio por vencido para sacar adelante a su familia, en fin…

Cinco años de edad tenía, el teléfono sonó, la sonrisa de mi tío se borró en un instante, como cuando el viento extingue la llama de una vela y todo queda oscuro, las risas ya no se escuchaban, los juegos habían cesado, y la casa estaba en silencio. Mis primos un poco menores que yo, me preguntaban que pasaba, sin embargo, yo seguía mirando a mi tío, absorbido por esa llamada telefónica, colgó, ya no eran risas ni carcajadas, lo que se escuchaban en la casa, las lagrimas corrieron presurosas por las mejillas, la tristeza se notaba muy marcada en su rostro.
Como la llama de una vela encendida que el viento extingue en un segundo, así acabó la vida de mi abuelo, un día normal, camino al trabajo, su motocicleta no fue suficiente para esquivar la llanta de una vagoneta…

Esa noche mi papá lloró sentado en su cama como nunca lo había visto hacerlo...

Mi abuelo, un hombre humilde como pocos en este mundo, me gustaría ver su rostro una vez más, me gustaría ver su sonrisa de orgullo y satisfacción, al ver lo lejos que ha llegado su familia, me gustaría estrechar su mano, y aprovechar el tiempo de una tarde de verano en una amena conversación…





“Todos los hombres mueren pero no todos viven de verdad”

Saturday, December 17, 2005

"Life's battles don't always go to the stronger or faster man
but sooner or later
the man who wins
is the man who thinks he can".
Bruce Lee

"The art of fighting without fighting"

Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.


Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo acepto el desafío.Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.





Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: -¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El maestro les preguntó: -Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -A quien intentó entregarlo- respondió uno de los alumnos. - Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

* Tomado de la red